Erase una vez un mar lejano, una mujer llamada Pedro que se encontró con un hombre llamado Juana. La mujer trabajaba como capitana de un barco grande y espléndido; ella era baja y flacucha, pero era la más valiente de su tripulación; por ello, era la capitana. El hombre trabajaba limpiando camarotes en un barco pequeño; él era alto, regordete y muy fuerte, pero era muy cobarde; por ello, trabajaba limpiando camarotes. Se encontraron en un puerto de Mar adentro y decidieron hacer un barco en el que todo fuera al contrario. La mujer se llamaría Juana y el hombre se llamaría Pedro. Cuando hicieron el barco, pusieron rumbo a donde les llevara el viento. Llegaron a España y se encontraron con Cristóbal Colón. Se hicieron amigos y viajaron juntos hasta que se pelearon. Fue entonces cuando sus países se revolucionaron y se declararon en guerra. Juana y Pedro me mandaron una carta preguntándome que qué tenían que hacer; yo les dije que deberían acabar como habían empezado, que si comenzaron a pelear entre Juana, Pedro y Cristóbal, deberían reunirse y hacer las paces. Después deberían hablar con los gobiernos de sus países y ellos entenderían que era una tontería aquella guerra; que aquello solo provocaba dolor y muerte; que era mejor ser amigos y ayudarse. Todo se aclaró; me hicieron caso y todo se arregló.
Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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