Una niña llamada Tífani vive en una mansión. Tífani va descalza, porque le encanta pisar la tierra de su jardín. Está escribiendo en su diario lo que le ha pasado en el día. Sus padres son los jefes de una industria de barcos de Inglaterra. Ella no tiene hermanos, ni amigos, porque nunca ha salido de su casa. Su mirada intenta ocultar la tristeza que hay en su vida por la soledad y la desolación.
A Tífani le gustaba mucho hacer amigos, pero siempre que se acercaba a uno, no se sabía por qué, salía corriendo con cara de susto, y cuando miraba hacia atrás, allí estaba su mayordomo preferido. Un día, Tífani descubrió que alguien la seguía fuera donde fuera, pero no sabía quién era. Después de varios meses intentando averiguarlo, descubrió que era Federico, su mayordomo preferido. Ese mismo día, Tífani se armó de valor y habló con él.
- ¿Por qué te empeñas en arruinarme la vida, Federico?
- Yo no intento arruinarle la vida señorita, lo que pretendo es protegerla del mal ajeno.
- Pues te informo de que me la estás arruinado. Por tu culpa la poca gente que se acerca a casa se espanta y no tengo ninguna vida social.
- No puede tener vida social con esa gentuza que no sabe ni donde tiene la cabeza. Usted tiene que relacionarse con gente de su nivel, como Frenchua, Francisca y Esteban.
- ¿Con esos niños que les preguntas que qué hora es y se ponen a decirte que si es que no tienes reloj y que te miran por encima del hombro
- Pero son muy buenas personas.
- No, son unos estirados y yo no quiero llegar a ser como ellos. Yo quiero ser una niña normal, que juega, que se ensucia, que va al colegio con sus compañeros, que nunca está sola y, por supuesto, quiero divertirme.
- ¿A la escuela pública, que solo hay gente que no tiene aspiraciones y que no saben leer?
En ese momento llegó el padre de Tífani, que la quería más que a su vida. La niña echó a correr como si hubiera visto un lingote de oro.
- ¡Hija mía, qué grande estás y qué guapa!
- ¡Je, je, je! Papá, quiero ir a la escuela pública y quiero que Federico me deje salir de esta prisión con barrotes de hierro.
- ¡Como! ¿Que no te dejan salir?
La niña negó con la cabeza. Su padre llamó a Federico que intentaba huir.
- Federico, ¿eres tú el que no deja salir a mi hija?
- Sí -dijo con voz temblorosa-, es para protegerla del mal que corre por esos bichos de ahí fuera.
- El que debe protegerla soy yo, que soy su padre. Vale que yo no quiera que vaya a sitios peligrosos, pero ella puede tener la vida que quiera, puede salir, puede correr e incluso, si quiere, puede ir a la escuela pública.
La niña asintió con firmeza y se escondió detrás de su padre mientras Federico la miraba con indignación.
- Bueno, Federico, me parece que te vas a tener que ir a tomarle el pelo a otro y te voy a denunciar a la escuela de mayordomos.
- Vale, me iré, pero no me denuncie, porque me quedaré sin trabajo y nadie me querrá como mayordomo.
- Guardias, -dijo el padre de Tifaní- llévense a este hombre y denúncienlo a la escuela de mayordomos.
Federico se fue llorando y quejándose hasta que desapareció.
- Bueno hija, te llevaré a la escuela con los demás niños; pero tengo una buena noticia para ti.
- ¿Sí, qué es papá?
- A mamá y a mí nos han trasladado a la empresa de la ciudad para siempre, así que no nos separaremos nunca más.
La niña, impresionada y super contenta, le enseñó a su padre un cuadro que había hecho de toda su familia. Después de varios meses supieron que Federico estaba trabajando en el Burguer King y estaba muy cambiado. La niña fue al colegio y al instituto con los demás niños y a sus padres los ascendieron hasta que llegaron a ser los jefes de todas las empresas.
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