Un día, paseando por el bosque nevado, vi que un caballo blanco estaba comiendo, pero no se le veía la cabeza. Cuando se dio la vuelta observé que era un precioso unicornio. Se llamaba Arco Iris. Era alto y estaba un poco gordillo. Su cuerpo era blanco y sus crines y cola color crema. Sus ojos eran grandes y negros como azabaches. Sus orejas eran puntiagudas y sus dientes eran blancos, algo no muy normal en los caballos. Era asustadizo, porque tenía señales de que alguien lo hubiera maltratado para intentar cazarlo. Le encantaba correr libre y tranquilo.
Me encantó conocerlo, porque creía que no existían, pero me di cuenta de que solo yo podía verlo.
Me encantó conocerlo, porque creía que no existían, pero me di cuenta de que solo yo podía verlo.
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